“El Averno”
Cuento original escrito por Moisés B. Torres Martínez.- 18 de septiembre 2024- Monterrey, N. L.
Era una noche muy oscura.
Cuarto Creciente. Cuarto Menguante.
¡Qué sé yo!
Cuando ninguna claridad te deja ver la luna al estar cubierto por las nubes y una intensa bruma.
Regresaba yo a mi hogar, después de estar en una taberna a la que le llamo “El Averno”.
Solía entrar a ese local en las noches calurosas. Sin dinero.
Un mesero me preguntó en cierta ocasión.
–“¿Va a beber algo?”
–¡No! –contesté–.
–“Sólo vengo a ver a un amigo (mentí)… y el show que está muy atractivo”.
–“¿A ver? ¡No!—me contestó molesto.
–“Aquí no se viene nadamás a ver… también se viene a beber” (subrayó con mímica).
Entonces, les decía, salí del Averno a las primeras horas el dos de noviembre del año pasado…
Caminé. Llegué a un callejón que desemboca en una calle a dos cuadras de mi casa.
Ahí estaba ella, medio iluminada por la luz de un farol.
Menudita. Cubría su rostro con un velo blanco. Vestía a la antigua, como en la época de los años setenta.
–“Una dama de la noche…” –pensé–.
–“¡No!”. Me reclamó.
–“Pero antes, buenas noches” –saludó–.
–“Buenas noches” –respondí–.
Algo llamó mi atención… mmm ¡Sí! El tono de su voz, era un timbre muy especial, me recordaba al de la actriz argentina Libertad Lamarque; así era la voz de mi ancianita —prematura— madre Elena que con tanto cariño me trató en la infancia. Mi madre murió a la edad de 45 años cuando yo cumplí diecinueve otoños.
–¡”Sí” –me dijo como si adivinara mi pensamiento–.
–“¡Sí! ¡Soy tu madre!”…
–“Pero no temas”… me pidió. “Que no despido ningún olor fétido, ni pútrido ni nauseabundo. No vengo del inframundo ni de ultratumba.
“¡No! Ahora ya no soy oruga como lo fui en este espacio terrenal…
–“¡Ahora soy mariposa!” –exclamó con alegría–.
–“Hoy cuento con permiso para venir a verte y advertirte de algunas cuestiones muy importantes, para ti, y para mí… que soy tu madre…”
Yo estaba mudo, incrédulo, con pensamientos encontrados. Tenía ciertas dudas.
Ella siguió hablando:
–“Sé –me dijo— que golpeas a tus hijos y maltratas a tu esposa… Ya no lo hagas.
–“Sé también que le estás robando a tu patrón”.
Cavilé entonces ¿Cómo sabe eso ella?
–“No golpees a mis nietos ni maltrates a mi nuera… al hacerlo levantas la mano contra Dios”.
Siguió describiendo mi retrato íntimo, mi doble vida, mi otra cara.
–“No robes al patrón… así caerás en la miseria, en la desgracia. Sobre todo –me ordenó con énfasis—No reniegues de la voluntad de Dios. El siempre sabe lo que necesitas, lo que quieres… Lo que esperas de El lo tendrás si se lo pides con absoluta fe”.
Luego me preguntó: “¿Vas a cambiar?”
–“Sí, madre” – contesté reflexivo y apenado agaché la cabeza.
Hubo un silencio sepulcral, pero sentí un renacer festivo y glorioso en mi mente, mi alma, mi espíritu, mi corazón.
Cuando levanté la cara… Ya no estaba.
Sólo alcancé a ver una hermosa mariposa fosforescente que volaba hacia la inmensidad del cielo.
–“Adiós, madre” –musité. “Hasta luego”…
Y continué el camino hacia mi hogar.